¿Desde dónde
se ve mejor Madrid? Madrid ocupa un espacio geográfico nada espectacular: no
hay mar, no hay (casi) río, no hay valles ni montañas. Todo lo más, desde el
“ala oeste” de la ciudad se divisa la sierra de Guadarrama, reducto verde de la
región para excursionistas y madrileños (en
general) pudientes. No se puede decir tampoco que Madrid esté en una llanura.
El alcalde Álvarez del Manzano justificó su negativa al fomento del uso de la
bicicleta en que la ciudad tenía muchas cuestas (y es un poco verdad). Pero son
cuestas “coñazo”. Para arriba y para abajo, pero ni una cima desde donde mirar
para abajo y decir “he llegado”.
En fin, que como
Madrid no tiene ni una sierra de Collserola ni una montaña de Montjuic desde donde
mirarla, ¿qué alternativas nos quedan para ver las azoteas sin tener que irnos
a la Terminal 4 de Barajas? Una posibilidad es subirnos a los edificios altos
del centro imitando las peripecias de los personajes de “El día de la Bestia”. La
terraza del Círculo de Bellas Artes, la nueva cafetería del Corte Inglés de
Preciados, o el flamante nuevo Ayuntamiento en la plaza de Cibeles son algunas
posibilidades (todas ellas recomendables y a tiro de piedra de cualquier
turista). Pero déjenme proponerles dos lugares que no encontrarán en ninguna
guía.El primero de ellos es “el parque de las Tetas” en Vallecas, no muy lejos del campo del Rayo (la política puritana del ayuntamiento y de Google Maps les obligará a buscarlo por “Cerro del Tío Pío”). Las tetas (siete en concreto), son montículos procedentes de una antigua escombrera cubiertos por una capa de hierba. Subir lentamente a cada teta, posarse lentamente encima de ellas y presenciar las espectaculares vistas desde arriba es una experiencia única (por favor, no me citen esta frase sacada de contexto). Desde las tetas se toma conciencia de la enormidad de Madrid, del enorme espacio que va desde los rascacielos de la Castellana en el Norte hasta el Cerro de los Ángeles en el Sur. Un sitio muy recomendable para hacer picnic y disfrutar del atardecer en las sofocantes tardes veraniegas de Madrid mientras se juega con los amigos a localizar edificios, calles, o barrios y no llegar a ningún acuerdo.
La segunda
recomendación es aún menos “turística”: dar un paseo por las vistas que ofrece
la Ronda del Sur en el barrio del Pozo del Tío Raimundo. Para llegar allí no
hay metro (hay que bajarse en la parada “El Pozo” de los Cercanías) pero el viaje
merece la pena no sólo por las vistas a un horizonte urbano presidido por el
laberinto de vías que salen y llegan a Atocha, sino por conocer cómo es y cómo
se vive en un barrio de los más humildes de la ciudad, de los que tuvieron que
pelearse contra todo en los setenta para que les asfaltaran las calles y les
abrieran colegios y centros de salud. Merece la pena ver hoy sus colegios
dignos, sus parques dignos, sus instalaciones deportivas dignas, su parroquia
de curas obreros dignos, y sus familias dignas. Debería ser obligatorio venir a
estos sitios para recordar lo que la gente que vive aquí ha luchado para tener estos
barrios, celebrar todo lo que en tantos años han conseguido, y denunciar lo
mucho que queda por hacer.
Hernández y Fernandez
Hernández y Fernandez
Dos fantàstiques recomanacions!
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