Enfermeras, médicas, trabajadoras del sistema sanitario han
contribuido, en general, a que los indicadores de salud no acusen el impacto de
los recortes presupuestarios. Cierto que estos indicadores no recogen la
angustia de una persona y su familia ante el retraso de una intervención pero
igualmente cierto que las tasas de mortalidad, incluso las más sensibles a la
actuación sanitaria, han continuado su mejora.
También los ciudadanos han encajado la disminución de consultas,
prescripciones e ingresos hospitalarios financiados públicamente con una mejora
de la percepción subjetiva de salud, debida probablemente a que la realidad
empeoró menos de lo esperado.
La preocupación debe centrarse ahora en el impacto a medio y largo
plazo de la crisis económica pues será el aumento de la desigualdad social y el
paro de largo duración lo que, pese a los servicios sanitarios, más puede
amenazar gravemente no sólo la salud, sino también el bienestar.
Los antídotos son conocidos: Apuesta decidida por el Estado de
Bienestar (EB) y Salud en Todas las Políticas. Un EB financiado de manera más
progresiva, con el ‘factor de sostenibilidad’ que daría la racionalidad en su
cartera de servicios y una correcta priorización técnico-democrática de
prestaciones y pacientes, y que mantenga, y mejore, su solvencia y capacidad
resolutiva para que las clases medias y altas no deserten.
Salud en todas las Políticas, muy especialmente educación y políticas
activas de empleo. Educación por ser la variable más explicativa tanto del
estado de salud como de las potencialidades de un país. Eso sí una educación no
sólo para hijos de educados sino para todos, atajando el deterioro en la
igualdad de oportunidades, hasta ahora tal vez la peor consecuencia de la
crisis.
Vicente Ortún
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada